Un pensament…

Al menos en nuestra habitación, somos todos déspotas y conservadores -además de defensores a ultranza de la propiedad privada… Y nada demócratas-. En el salón nos cruzamos con otros déspotas, llegando a acuerdos basados en una pirámide de poder que aún mantiene muros insalvables, como el “porque lo digo yo”. En la Comunidad de propietarios nos abrimos a otros micro-déspotas formando una “minidemocracia”, cediendo lo menos posible y aceptando ciertas propuestas que no son de nuestro total agrado por evitar conflictos, pero marcando líneas rojas cuando es necesario.

Según ascendemos en el escalafón de los núcleos sociales vamos aceptando –o asumiendo- más puntos de vista diferentes, perdiendo peso como «déspotas individuales». Pasamos a ser miles de déspotas en “lo municipal”, y después a decenas de miles en lo «regional», creando por el camino una conciencia social en nosotros, una responsabilidad que nos lleva a asumir que hay “otras” formas de entender la vida, con “otras” prioridades, y o bien las toleramos, o nos liamos a palos… Y no es plan. Luego vienen –en nuestro caso-, el Estado, las uniones aduaneras continentales, o de intereses económicos…

Conforme nos diluimos en este enjambre humano que no deja de crecer, vamos accediendo a un nivel de conciencia social superior, “me preocupa la guerra, el hambre en el mundo, el Amazonas…” (salvo aquellos que, por desgracia, deben ocuparse de cuestiones más básicas, como sobrevivir). Más allá entramos en las pseudo-ficciones, o ficciones puras, que quedan de manifiesto cuando el cine nos plantea una invasión alienígena y toda la humanidad actúa “como un solo hombre” olvidando otros intereses más pequeños; O relatos que nos muestran la unión de varios mundos para tomar decisiones galácticas…  

En cierto sentido, la gran mayoría de los humanos, trazamos un “arco” desde la visión más egoísta y personal, a la más generosa y general. Según yo lo veo hoy –igual cambio de opinión en unos días-, esa “conciencia” nos lleva del egoísmo individualista a la generosidad social, algo como ir desde la derecha a la izquierda en función del tamaño del electorado y/o territorio.

Ahora, que se acercan las elecciones de Mayo (2023), he visto y escuchado a muchos que defienden lo conservador en lo “pequeño” y lo progresista en lo “grande”, y se debaten entre romper esa disciplina de voto que, por otra parte, nadie nos ha obligado a respetar como ciudadanos. Por si fuera poco, este “arco de voto poblacional” se combina con el “arco de voto  generacional”, que no afecta a todos por igual, pero sí a la mayoría, y que a muchos –a mí el primero- nos lleva a desear calma y estabilidad, convirtiéndonos en cierto tipo de “hipócritas políticos sociales”: Que me cobren menos impuestos, pero que las calles estén limpias; O que pinten “grafitis”, pero “monos, instagrameables”… (Y nada groseros, mejor de Bansky)… En muchos casos es como pedir que las fachadas estén bonitas en nuestro barrio, pero no querer ver andamios, lo que antes se describía como “cagar y oler bien” (nunca he tenido claro la verdad de la expresión). Sí.

Yo pertenezco ahora a ese gran grupo de hipócritas que se descubren defendiendo argumentos opuestos o incompatibles, en función de si se trata de políticas interplanetarias, o de orden de mi pequeña y literaria buhardilla. Solo tengo claro dos cosas antes de votar: Educación pública gratuita y Sanidad pública gratuita y universal SIEMPRE y LA MEJOR POSIBLE.

Acerca de Felipe Mellizo

Soy guionista, casi periodista, padre, pareja, ex-golfo, ex-aventurero, comilón, bruto, y seguidor del Atlético de Madrid.
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